jueves, 15 de septiembre de 2011

Un viaje por los canales de Amsterdam




Se acabaron las vacaciones para muchos, pero otros todavía tienen la suerte de contar con algunos días libres para esta época del año y, a todos estos privilegiados, queremos proponeros un viaje único a la capital de Holanda.
Al hablar de Amsterdam, inevitablemente, nos vienen a la cabeza las drogas, los porros, las setas alucinógenas y demás, pero detrás de toda esa “fama” encontramos una ciudad llena de belleza donde distrutar de estampas inigualables gracias a sus canales, sus puentes y sus curiosas e inclinadas construcciones. Si bien es verdad que, quien quiera, podrá disfrutar de otro tipo de “viaje” en los famosos “Coffeeshops” y “Smartshops”, Amsterdam es eso y mucho más.
En primer lugar, para aprovechar al máximo todos los museos y atracciones que ofrece, es muy recomendable adquirir la tarjeta “I amsterdam City Card” de 24, 48 ó 72 horas que, además de proporcionarte la entrada gratuita a la inmensa mayoría de los museos, te permite moverte a tu antojo en todo el transporte público e incluye una serie de ofertas y descuentos.

Museos y más museos

Los museos de Amsterdam son más de cincuenta y constituyen una parte esencial de la visita a la ciudad, pudiéndose admirar en ellos obras de importantes artistas como Rembrandt o Van Gogh. Así, resulta imprescindible visitar la casa-museo de Ana Frank, la casa-museo de Rembrandt, el museo Van Loon, el Rijksmuseum, el museo Van Gogh, el Houseboatmuseum o el museo de los diamantes, entre otros muchos. De hecho, estos dos últimos resultan especialmente curiosos, ya que, el primero, muestra la vida en una casa flotante y el segundo, al que se puede acceder desde “Coster Diamonds” (visita muy recomendable), muestra la fascinante historia de cómo surgió el vínculo entre Amsterdam y los diamantes, convirtiéndose en la mayor ciudad de diamantes del mundo y contando en su exposición con el diamante más pequeño del mundo.
Entre sus iglesias también hay varias que destacan especialmente y son Nieuwe Kerk, situada en la famosa Plaza de Dam, donde también se encuentran el Monumento Nacional y el Palacio Real; Oude Kerk, en pleno barrio rojo; Westerkerk, junto a la casa de Ana Frank y cuyas vistas desde lo alto de la torre resultan espectaculares y la iglesia de San Nicolás, a unos metros de la Estación Central.

Recorrido por los canales

Apreciar Amsterdam desde el agua es algo fundamental en este viaje. Su gran sistema fluvial hace que algunos la conozcan como la Venecia del Norte y al recorrer sus inmensos canales te das cuenta de lo diferente que es el lugar donde te encuentras, con sus características casas flotantes y sus calles atestadas de bicicletas.
Los precios de los paseos en barco más baratos empiezan en 10 euros, aunque con la “I amsterdam City Card”, podrás elegir un crucero gratuito de 1 hora entre dos de las compañías que te ofrecen. No obstante, si quieres vivir la esencia de los canales en profundidad, no dejes de alquilar unos pedales o una barca de motor eléctrico para recorrerlos a tu gusto.
Y después de los canales, las bicicletas y los diamantes, si hay una cosa que caracteriza Amsterdam son los tulipanes y su conocido “Mercado de las flores”, formado por una serie de barcazas amarradas cerca de Muntplein, en el canal de Singel. Allí se pueden encontrar todo tipo de flores, plantas, bulbos y semillas, incluída la de Cannabis. Además, resulta un lugar estupendo para comprar todo tipo de souvenirs, desde imanes y llaveros hasta ramos de tulipanes de madera, y frente al mercado, hay varias tiendas donde degustar y comprar uno de los elementos culinarios más representativos de la cocina holandesa, el queso Gouda.

Más experiencias

Si de experiencias diferentes se trata, merece la pena pasarse por la primera fábrica de Heineken donde, además de realizar una visita interactiva a través de la historia de la cerveza (Heineken Experience), podrás degustarla gratuitamente.
Sin embargo, en lo que a salir de fiesta se refiere, beber cerveza no es lo más económico puesto que la pinta oscila entre los 5 y los 6 euros, a no ser que aproveches alguna “hora feliz” o tengas la suerte de que te inviten a la primera ronda, cosa que puede ocurrir si sales un día entre semana.
La mejor zona de fiesta, sin duda, Rembrandt Plein. A lo largo de la plaza se encuentran infinidad de terrazas y locales donde tomar unas copas en buen ambiente y en las calles cercanas hay multitud de restaurantes, por lo que también resulta un lugar idóneo para el alojamiento.
Por la noche es también el momento de realizar una visita a uno de los barrios más famosos de la ciudad, el barrio rojo, el cual se entremezcla con Chinatown. Se puede caminar por él con total tranquilidad, siempre que no lo hagas tú solo por las pequeñas y oscuras calles laterales, ni a altas horas de la madrugada.
Allí, además de mujeres que se exhiben en los ventanales, se encuentra el coffeeshop más antiguo de Amsterdam, “The Bulldog”, razón por la cual resulta de gran atractivo para los turistas. Junto a todo ello, la comunidad china más grande de Europa dirige los numerosos restaurantes de esta nacionalidad en la zona.

martes, 8 de marzo de 2011

Dublín: la escapada de la que no querrás volver



Elegida como uno de los principales destinos para aprender inglés, la capital de Irlanda encanta y sorprende al visitante desde el primer momento. Llena de paisajes verdes y musa de escritores, inspira aún más desde que es ciudad literaria por la UNESCO.
El carácter alegre de su gente y las famosas pints de Guinness son un reclamo turístico que la hacen inolvidable.
Si el visitante cuenta con apenas un fin de semana para ver la ciudad hay varios sitios que no se puede perder:
Para empezar, hospedarse en un lugar céntrico ahorra tiempo y dinero. Los autobuses son más caros que en España y algo más lentos…, por eso, al ser una ciudad pequeña y accesible, lo mejor es conocerla a pie. Además, se pueden encontrar hoteles económicos en Leeson Street, una bonita calle, situada muy cerca de la famosa Grafton Street.
Precisamente desde aquí el visitante puede iniciar su recorrido por la ciudad. La calle es en sí misma un espacio turístico, los puestos de flores por el día y los performancers a cualquier hora convierten este lugar en algo vivo. Es habitual ver pianistas, guitarristas, violinistas o grupos enteros amenizando la calle. Si al turista le pilla la nieve o la lluvia, ésta última demasiado frecuente, qué mejor que refugiarse en las típicas cafeterías, como el Bewley’s Café. Es éste un precioso edificio donde degustar caseras tartas y postres.
Pero si se trata de aprovechar la parada para hacer compras, no duden en buscar un recuerdo en el centro comercial St. Stephen’s Green. Allí no sólo se encuentra la famosa tienda Carrolls, de regalos típicos irlandeses y de la que hay varias por todo Dublín, sino también tiendas de ropa de marcas conocidas y otras no tanto, pero recomendables por su precio económico (es el caso de la marca Dunnes). Además dentro del supermercado que contiene el centro se pueden adquirir productos típicos sin gastarse demasiado dinero.
Al lado de esta gran superficie comercial se encuentra el parque también llamado St. Stephen`s Green. (Que se repita el nombre de Stephen no es casualidad, todos los admiradores de James Joyce se habrán dado cuenta de que se debe a uno de los personajes de El Ulises, del autor irlandés, admirado y querido en su tierra, como muestra su fiesta el 26 de diciembre (St. Stephen’s Day).

Coincidir con San Patricio

Si tiene pensado visitar la ciudad del 16 al 20 de marzo, asistirá al evento irlandés del año, con música, teatro y carnavales por las calles. Un programa de festejos, que como indica la web oficial de turismo en Irlanda www.discoverireland.com tiene su máxima manifestación en el desfile que tendrá lugar el día del patrón de Irlanda, el 17 de marzo.
Y para seguir con el recorrido turístico por la ciudad, no puede faltar una visita a la catedral de San Patricio, donde se dice que allí el patrón bautizaba a los que convertía, ni la prestigiosa universidad Trinity College (muy cercana de la ya mencionada Grafton Street y separada de ésta por el monumento hecho a Molly Malone, -una mujer tirando de un carro, que representa a una pescadera del siglo XIX. Se dice que también era prostituta y es tan querido este personaje que tiene hasta su propia canción).
Después de visitar la fantástica biblioteca antigua del Trinity y pasear por su campus continúe su camino por O’Connell street, otra de las calles dublinesas con más historia (por ser testigo del alzamiento por la independencia de Irlanda ante la oficina general de correos- la GPO) y cruzar el río Liffey por su puente Ha ‘ Penny, llamado así porque antiguamente la gente tenía que pagar medio penique para cruzarlo.

La noche dublinesa y apurando la visita

Y por la noche…, qué el cansancio de un día de turismo no le impida pasarse por el bohemio Temple Bar, donde tomarse una pint mientras escucha música tradicional irlandesa. Canciones pegadizas cuyos estribillos acabará coreando… Es especialmente recomendable el pub Gogarty, muy típico. (Es además un hostal, por lo que los interesados en estar en el corazón del Dublín más folclórico y juerguista pueden planteárselo como una opción donde alojarse).
Los que quieran divertirse hasta bien entrada la madrugada disfrutarán en la discoteca Purty Kitchen, donde la música es muy comercial, o en Fitzsimons, un garito original por tener varias plantas con distintos tipos de música.
Y si queda tiempo para visitar otros puntos del país, antes de volver a casa grabe en su retina un paisaje caracterizado por el contraste entre mar abierto y montaña, con una espectacular geología: Giants of Causeway, al noreste de la isla. Y ya que viaja hacia el norte, Belfast resulta imprescindible, si quiere pasear por sus calles principales y notar las diferencias con Dublín. (La influencia británica de esta zona se aprecia constantemente). No obstante, los pueblos costeros de Howth y Brey al este también merecen la pena. ( Se puede llegar a ellos en tren desde Dublín, de donde están muy cerca, y se pueden ver perfectamente los dos en una tarde). El condado de Wicklow y Kilkenny tampoco están demasiado lejos y son recomendables.
Y por supuesto, como pasa con todas las grandes ciudades se irá a casa con la sensación de que le queda mucho por ver. Quizá en próximas visitas pueda conocer Galway, al oeste, donde dicen que hay buenos pubs, Cork, en la costa sur de la isla o descubrir diferentes rincones de Dublín. Visite lo que visite, Irlanda siempre le arrancará una sonrisa.
María José Sánchez G. de Orgaz

Para más información:

www.visitdublin.com

http://www.hotelsby.it/irlanda/svago/club-discoteche/
http://www.stpatricksfestival.ie

martes, 14 de diciembre de 2010

Navidades de ensueño en París



Ciudad de la lumière, de l’amour, de la mode, de la cuisine… París es, sin duda, eso y mucho más y uno de los mejores momentos del año para conocerla es la Navidad, cuando sus calles se inundan de luces y color, adquiriendo un ambiente todavía más especial y romántico de lo habitual. Eso sí, conviene no olvidarse del paraguas, porque si hay otra cosa que caracteriza a esta inolvidable ciudad es la lluvia.
Una de las imágenes más impactantes en estas fechas es precisamente la Avenida de Los Campos Eliseos, con sus 2 km de largo iluminados, desde el Arco del Triunfo hasta la Plaza de la Concordia. Se considera una de las avenidas más bonitas y elegantes del mundo y en ella se encuentran todas las tiendas más exclusivas de la capital. Aunque al principio nos impresione su longitud y aunque los elevados precios nos impidan comprar nada, merece la pena recorrerla por completo.
Al comienzo de la avenida nos topamos con la Plaza de la Concordia, la más grande de París, en cuyo centro hay un obelisco de granito rosa de 23m de altura, que procede del Templo de Ramsés en Tebas, y en navidades instalan una gigantesca noria desde la que hay estupendas vistas. Al otro lado, en el extremo oeste de los Campos Eliseos, encontramos el conocido Arco del Triunfo y, desde su mirador, puede admirarse la avenida hasta la Plaza.

Lo indispensable, además de la Torre Eiffel

Ni que decir tiene, que una de las visitas obligadas en París, sea la época del año que sea, es la Torre Eiffel, el símbolo más representativo de la ciudad. Para subir a ella tenemos varias modalidades, ya que existen tres plantas distintas a las que podemos acceder, bien en ascensor, lo más cómodo, o bien por las escaleras. Si subimos hasta arriba del todo, a 276 metros de altura, las vistas panorámicas son impresionantes, aunque todo depende también de las condiciones meteorológicas. Además, en estas fechas, en el primer piso se coloca una pista de hielo de 15 por 7.5 metros cuyo uso es libre para todos los visitantes presentando el ticket de entrada a la torre.
Otro de los símbolos de la ciudad es la Catedral de Notre Dame, situada en la Isla de la Cité, y en cuya plaza se instala un gigantesco árbol de Navidad de unos 20 m de alto que la hace todavía más impresionante. Para disfrutar aún más de esta obra maestra del gótico, podemos subir por la torre norte hasta la azotea de la fachada occidental y disfrutar de las vistas y de las imponentes gárgolas que la decoran.
Asimismo, otras de las joyas que esconde París son las imponentes vidrieras de la Santa Capilla (Sainte Chapelle), oculta en el recinto del Palacio de Justicia, y la basílica del Sagrado Corazón (Sacré Coeur), que se alza en la cima de Montmartre, el punto más elevado de la ciudad. Para disfrutar de las vistas, podemos acceder por la escalera o utilizar un funicular. Una vez arriba, lo más recomendable es dar un paseo desde la mítica Place du Tertre hasta llegar al famoso Moulin Rouge. Además, es una excelente zona para comprar souvenirs de todo tipo y hay muchos restaurantes.

¿Vamos de museos o de compras?

Cualquiera de las opciones es buena. Si nos decantamos por los museos, está claro que debemos empezar por el Louvre, uno de los más importantes del mundo, aunque al principio su inmensidad puede abrumarnos un poco. Lo mejor es planificar la visita y saber de antemano que obras queremos ver, sin olvidarnos de no perdernos La Gioconda (la famosa Mona Lisa) de Leonardo Da Vinci, aunque suele estar inmersa entre un aluvión de visitantes y cámaras de fotos.
También destacan el Museo D’Orsay y el Museo Rodin. El primero se encuentra en una antigua estación de tren y alberga una gran colección de obras impresionistas, postimpresionistas y art nouveau, destacando la Habitación en Arlés de Van Gogh y el propio reloj de la antigua estación. El Museo Rodin se trata de un antiguo hotel que acoge la obra de Auguste Rodin y en él destaca su espléndido jardín de rosas lleno de esculturas y rincones para descansar.
Además, es interesante saber que, si tienes menos de 26 años podrás visitar todos los museos de Francia totalmente gratis. Se trata de una iniciativa que quiere fomentar que los jóvenes acudan a los museos y que viene que ni pintada a la hora de aprovechar para hacer turismo allí.
En cuanto a las compras, además de las inaccesibles tiendas de los Campos Eliseos, que merece la pena visitar aunque no compremos nada, no podemos perdernos las Galerías Lafayette, con su espectacular cúpula de cristal, que en Navidades se completa con la decoración y un gran árbol de Navidad situado en el centro. Sin embargo, en cuanto a grandes almacenes, los más accesibles económicamente son los Printemps y, si lo que queremos es ir de tiendas, las mejores zonas son Marais, Ópera y la Plaza de la Madeleine.
Para los amantes de los mercadillos, uno de los más grandes es el de la Esplanade de la Defense, donde encontramos todo tipo de gastronomías típicas de estas fechas, y otro de los más conocidos y originales es el de Les Cabanes de Montparnase.

Detalles para completar la magia

La mejor manera de completar la visita es con un crucero por el Sena. Son muchas las compañías que te ofrecen este servicio, que puede ser de día o nocturno e incluso incluir la cena. Todo depende del plan que te interese y del dinero que estés dispuesto a gastar. El crucero sin más es apto para todos los bolsillos y una manera estupenda de disfrutar de la ciudad. Si vas en pareja, lo mejor es que lo hagas por la noche, ya que resulta realmente romántico ver todos los edificios iluminados, en especial, la Torre Eiffel.
Si te gusta el lujo y el teatro, no puedes perderte la Ópera Garnier, también conocida como Palacio Garnier, un lujoso teatro de la ópera cuyo lujoso interior es impresionante y donde en la actualidad se ofrecen espectáculos de ballet y baile moderno, dejando la ópera para la moderna Opéra Bastilla. Se puede visitar el edificio o el museo, aunque lo mejor es visitarla cuando hay algún espectáculo, ya que te sentirás transportado a otra época.
Por último, para los más pequeños y para los que no lo son tanto, resultará inolvidable pasar, al menos un día, en Disneyland, que cada año recrea un ambiente navideño excepcional, con espectáculos, increíbles decorados, música y muchas sorpresas que trasladaran a los visitantes a la Navidad más mágica de todas. Además, no hay excusas, ya que el trayecto del centro de París a la estación “Marne-la-Vallée/Chessy-Parcs Disney” es de 35-40 minutos y te deja justo a la entrada del parque.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Milán, la ciudad donde no todo es moda

Roma, Venecia, Florencia…ciudades italianas que enamoran al turista español. Sin embargo, hay otro lugar, situado al norte de la ‘bota’, que también encandila a quien lo visita: Milán.

La plaza del Duomo, corazón y emblema de Milán

Milán, capital de la región de Lombardía, y segunda ciudad más grande de Italia, no es solo la cuna de la moda. Es una ciudad única, donde la cultura impregna todos y cada uno de los rincones y por la que pasear se convierte en un placer debido a sus extensas zonas peatonales.
Centro neurálgico de obligada visita para los amantes de la ópera, Milán posee un atractivo turístico único al que se unen la amabilidad y calidez de sus habitantes y sus costumbres. No debemos olvidar tampoco su cercanía, pues en apenas dos horas en avión desde Madrid podemos llegar allí. Opciones para ello no nos faltan, pues las compañías lowcost como Ryanair, y también EasyJet, ofrecen vuelos realmente económicos, sobre todo si los compramos con antelación, aunque haya que tener cuidado con la letra pequeña.
Si visitamos Milán es obligado contemplar desde todas las esquinas la plaza del Duomo y su catedral, que recibe de la primera el mismo nombre. Su estilo gótico y su tamaño (157 metros de largo y 45 metros en su parte más alta) la convierten en una de las más espectaculares construcciones no solo de Italia sino de Europa. El visitante, además, tiene la opción de contemplar unas maravillosas vistas de la ciudad desde lo alto del ‘templo’, eso sí, previo pago.
Sin salir de la grandiosa plaza podemos ver también la Galería Vittorio Emanuele, que destaca por su gran cúpula central y su techo, hecho a base de cristal y hierro. Pasear por el interior de la misma y posteriormente salir a la calle por la puerta que da a la plaza del Duomo es una sensación única y a la vez impactante. Por el interior de la galería, que tiene forma de cruz y, por lo tanto, cuatro entradas o salidas, podemos ir de compras por las lujosas tiendas de Armani o Prada y comer mientras vemos pasar a los viandantes y oímos tocar al pianista que se pone en el centro de la misma, aunque para ello hay que tener la cartera repleta de billetes, cosa complicada en los tiempos que corren. Por eso, conformarnos con pasear por dentro de esta majestuosa construcción o contemplar las librerías de su interior ya es todo una suerte.
Atravesando la galería, al otro lado de la Plaza del Duomo, nos encontramos con el imponente Teatro alla Scala, uno de los más famosos del mundo, punto de obligada visita para todos los amantes de la ópera.
En una escapada a Milán no podemos olvidar visitar tampoco el Castello Sforzesco, un castillo del siglo XV construido por la familia Sforza. Tras este se encuentra el pulmón de la ciudad, el Parque Sempione. Lo ideal es pasear por la zona a media tarde y cuando caiga el sol aprovechar para dejarnos caer por uno de los muchos bares que hay por la zona y disfrutar de lo que se llama la hora feliz de los aperitivos. Pagaremos siete euros por una cerveza, un poco caro, pero a cambio podremos cargar las pilas si luego vamos a salir de marcha. Pizza, alitas de pollo, ensalada…todo ‘gratis’. Eso sí, y como ya hemos dicho, pagando un precio algo elevado por la consumición. Nada extraño, pues estamos hablando de una de las ciudades más caras de Europa.
Bien entrada la noche, en cuanto a precios se refiere, la cosa no cambia. No esperemos encontrar copas baratas, pues no bajan de los 8 euros. La mejor zona para salir quizás sea Corso Como. Los locales son variados, aunque siempre con un estilo fashion característico, y bastante caros comparados con nuestro país.
Si después de unos bailes y unos cuantos combinados, o no, queremos alargar la noche y apurar el último segundo de nuestro tiempo en Milán podemos optar por ir a Alcatraz (Via Valtellina, 25), una discoteca en la que es probable que nos encontremos a algunos españoles de turismo, como nosotros, o estudiantes de Erasmus.
Al día siguiente si todavía nos quedan fuerzas nada mejor que unas compras por Via Montenapoleone, la principal calle comercial de Milán, aunque, como ya hemos dicho, volver con’ regalos’ no es barato . Otra opción un poco más económica, sobre todo para los amantes del arte, es ir a ver la archifamosa pintura ‘La última Cena’ de Leonardo Da Vinci, que ha sido restaurada y se exhibe en el convento dominicano de Santa Maria delle Grazie. El problema es que por lo general hay una lista de espera de dos meses para verla, excepto en días sueltos y horarios poco populares, así que si se quiere contemplar esta obra maestra debemos reservar la visita una vez tengamos el viaje ya comprado y con bastante antelación.

Recomendaciones para ir a Milán:

-Recuerde ir muy abrigado, sobre todo en invierno
-Coja el vuelo con antelación pues se ahorrará un dinero importante. Ryanair es la opción más barata. El aeropuerto en el que nos deja esta compañía (Bergamo) está un poco alejado de la ciudad pero el ahorro merece la pena y además salen autobuses para Milán cada poco tiempo.
-Reserve el hotel cerca del centro, pues no tendrá que coger transporte, y mire las opiniones que dan los usuarios del mismo. Los hoteles en Milán no son como en Madrid. Recomendamos reservar a través de Booking.com
-Prepare la cartera si va de compras. La mejor opción para comer es tomar una pizza o pasta (generalmente y, lógicamente, rica y no muy cara) o aprovechar la hora feliz de los aperitivos a media tarde. Evite tomar cafés, sobre todo en el centro de Milán, ya que son caros.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Marrakech, la ciudad insomne

Una escapada de tres días es suficiente para darse cuenta de por qué Marrakech, pese a no ser la capital de Marruecos, es el destino preferido para los turistas que visitan el reino alauita. El color anaranjado de sus edificios es la seña de identidad de una ciudad cuyo embrujo oriental de fantástica arquitectura islámica y mercados tradicionales – en concreto, el más grande del país – se funde con comercios y locales de ocio a la altura de cualquier gran urbe occidental.

Un gran teatro llamado Djeema El Fna

La Medina – declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco - vive sus horas más intensas con la caída del sol, cuando cientos de personas se convierten en participantes de ese gran espectáculo que es Djemaa El Fna, seguramente una de las plazas más concurridas de África. Sus puestos de comida ofrecen una calidad aceptable, aunque sin grandes pretensiones, y la posibilidad de sentirse como un marroquí más, una integración que se agradece después de un día rodeado por hordas de turistas. Una opción económica para la cena, sobretodo si se tiene antojo de pescado, un producto no muy habitual en la mayoría de restaurantes de la zona.

Inmerso en la dinámica de la plaza, uno no alcanza a hacerse una idea de su majestuosidad. Para ello, lo mejor es tomarse un refresco o helado en cualquiera de las terrazas que la rodea. Entre ellas, una a destacar, la del Café Glacier, fundado en los años 30 del siglo anterior y por el que han pasado personajes tan dispares como Churchill y el pintor francés Matisse. Un lugar privilegiado desde el que respirar vaho con olor a especia al son de los tambores bereberes.

Además de lugares archiconocidos e imprescindibles de ver como La Menara, el Palacio El Badi o las Tumbas Sadíes, la ciudad imperial cuenta con un barrio judío, el Mellah, construido para albergar a la población que fue expulsada de España en el siglo XV. Merece la pena darse una vuelta por sus laberínticas calles, sin olvidar el mercado de las especias, el más antiguo del barrio, y echar un ojo a su aparentemente olvidado cementerio pero que cuenta también con lápidas de fechas recientes.

Más allá de las murallas

Al oeste de la ciudad, en torno a la Plaza 16 de noviembre – fecha del regreso de Mohamed V y su familia del exilio- se desarrolla otra urbe caracterizada por altos edificios de modernos, apartamentos custodiados por tiendas de grandes multinacionales como Inditex, cuyos escaparates lucen las mismas prendas que se pueden adquirir en cualquiera de sus sucursales europeas. Sirva como curiosidad que muchos de los artículos de venta en estos comercios son fabricados en este país.

No muy lejos se sitúan los Jardines Majorelle, que dan nombre a la tonalidad de azul que cubre buena parte de su arquitectura. Recuperados en los años 80 por el diseñador Ives Sant Laurent, albergan en su interior, no sólo una rica colección de especies botánicas, sino también el Museo de Arte Islámico. Un oasis de paz en medio del árido y caótico Marrakech.

Quienes piensen que Marrakech sólo son zocos y mezquitas está muy equivocado. Podría decirse que en la ciudad conviven dos sociedades cuya única semejanza a simple vista radica en el idioma. Una, en su mayoría comerciantes, en la que es Islam dirige cada parcela de su vida, desde su estética hasta sus formas de diversión nocturna, alejadas del culto al alcohol. Otra, un sector de la población no tan mayoritario pero bastante visible, consumidor de ropa y accesorios de primeras marcas y asiduo a restaurantes y discotecas construidas con gusto exquisito siguiendo las tendencias occidentales, incluso en lo que a “combinados” se refiere. Un contraste bastante frecuente en la mayoría de capitales y grandes ciudades islámicas y a menudo relacionado con el poder adquisitivo, del que el viajero puede dar cuenta si se deja caer por el Bo Zin, máxima expresión del glamour en estas latitudes a ritmo de “hits” europeos y ambiente chill out.

Por suerte, y pese a los embistes de la globalización, La Ciudad Roja aún se encuentra lejos de perder sus señas de identidad. Cuando uno llega a ella lo hace buscando esa esencia oriental de las `Mil y una noches´ y no se siente defraudado. Cada paso por sus calles se mira con los ojos de un niño, con la curiosidad de la primera vez. Como si de una mujer se tratara, tres días son suficientes para enamorarse de Marrakech, pero no para comprenderla. Helena Poncini Cardona

Si quieres saber más sobre el turismo en Marruecos visita este enlace:
- Oficina Nacional Marroquí de Turismo